Carta de Pavel Núñez a Guillermo Anderson
Guillermo:
La mañana del 28 de Junio del 2009, significó para Honduras el comienzo de una historia que a punta de garrotes le enseñó a su pueblo a querer a sus cantores por lo que cantan y a olvidarlos por lo que callan.
Aunque muchas de nuestras voces se han ido desgastando por el extenso grito que produce la indignación y el humo de las lacrimógenas, el eco de la gente ha hecho que nuestros cantos retumben en las conciencias de aquellos primates que hoy golpean la evolución de tu gente.
Desgraciadamente un silencio insoportable emana de tu guitarra y tu garganta que por todo el mundo pregonó el amor a Honduras desapareció de nuestras calles y hoy adorna las cadenas nacionales televisivas y los altoparlantes de las manifestaciones en Pro de esta dictadura que ya le arrancó la vida a muchos de los nuestros.
Recuerdo haber creído cuando dijiste que en mi país se veía la historia en los rostros de la gente, lo que no nos dijiste es que quizás tu gente ya no era como aquella cipota de barrio mocosa y descalza o como aquella mujer fatigada que recogía agua del pozo para su carcelero, quizás nos mentiste cuando hablaste del bullicio del mercado y del pobre marinero que ayudó a borrar tus cicatrices, quizás Doña Rosa, María Dolores y Pepe Goles ya solo sean títulos de documentales turísticos o quizás tan solo, la marimba, la caramba, el tambor y el caracol te dejaron de pertenecer.
Aquí, en las manifestaciones del pueblo, todavía se come yuca con chicharrón y baleadas, así como empanadas de loroco, nacatamales, espumías, pan de yema y tapado olanchano, el atol chuco y la mistela siguen siendo las bebidas que alegran nuestras noches luego de las extensas caminatas por todos los rincones de esta tierra, te aseguro que la alegría y la esperanza no la hemos perdido, o por lo menos yo, no pierdo la esperanza de sacarte del mar y traerte aquí abajo donde están los garifunas y el África convertida en canción, aquí con las mujeres que llenan nuestros vacíos con su fuerza y con este enorme pueblo que te escogió durante tantos años como hijo predilecto y embajador de la cultura.
Hoy Honduras no es cualquier lugar, es sencillamente el centro del mundo y cada hondureño y hondureña que lucha son lo más importante, porque nuestro amor es esencia y verdad, es un niño que se lleva un bocado a la boca o como siete millones de gargantas que se despedazan por un trozo de pan matutino.
A esos que les llaman pobres y que a juicio de Roberto Sosa son muchos, las viejas y falsas democracias les habían heredado una tan sola cosa para sentirse parte de algo, el derecho y la felicidad de con sus propias manos elegir a quienes administrarían sus recursos, desgraciadamente esa herencia les fue arrebatada y con ello, la posibilidad de alguna vez ser tomados en cuenta. Ahora no tienen nada, no tenemos nada, porque yo soy parte de ellos así como ellos son parte de mí.
Una canción no cambiará al mundo Guillermo, pero te aseguro retumbará en el oído de la bestia más feroz y reforzará el corazón de quienes construyen futuros y deshacen fronteras.
La mayoría de trabajadores y trabajadoras del arte nos hemos pronunciado ya en contra de este golpe de estado injusto, salvaje y sangriento, no solo con nuestras firmas o pronunciamientos, también con nuestras guitarras, plumas y gargantas, con nuestros temores de por medio y nuestras libertades confiscadas, creemos en nuestro pueblo y daremos la vida por él en el sentido más literal que quieras escoger.
Espero equivocarme y que la realidad me sorprenda una vez más, como tantas veces, un concierto tuyo siempre ha sido un placer para mi mente y un alimento para mi aprendizaje, lastimosamente no puedo dejar de transmitirte el mensaje de quienes te llaman entre las bombas y los disparos.
Un cantor deja de ser dueño de sus canciones desde el preciso instante en que abre la boca y murmulla sus coplas al viento, así que devuélvele a tu pueblo eso que le quitaste y termina así de justificar todos los boletos de avión y aplausos que te regaló en el largo recorrido de tu pasado porque de tanta injusticia el corazón le hierbe a explotar.
La decepción y la vergüenza es inmensa y lo siento porque no puedo callarlo al mundo...
Atentamente: tu amigo y colega Pavel Núñez
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